Tenía sobre diez años, o quizás un poco más, apenas puedo asegurarlo. Sin embargo, recuerdo aquel instante en concreto como si fuera ayer mismo. Allí estaba yo, con un diskette en mi mano y otros cuantos sujetos en lote con una goma encima de la mesa, delante del ordenador. ¿Monkey Island? ¡Qué extraño nombre para un videojuego! Ni siquiera recuerdo quién me lo prestó ni de dónde salió, pero alguien me dijo que debía probarlo. Y lo hice. En aquel momento, mi forma de entender los videojuegos cambió por completo. Y no sólo fue eso, si no que creo firmemente que la experiencia con este tipo de viodejuegos a unas edades tan tempranas tuvo su influencia en otros aspectos más personales. Después del Monkey Island vinieron otros y todos y cada uno de ellos dejaron su huella imborrable en mí. Y así fue como, poco a poco, fue creciendo en mí una idea, un sueño, una ilusión: crear una aventura gráfica.
¿Qué puedo decir a día de hoy? He cumplido mi sueño de hacer una aventura gráfica y no sólo eso, si no que, desde un humilde rincón de la Península, he construído un pequeño mundo aventurero del que algunos sois testigos y parte implicada. Lo cierto es que no puedo pedir más. El saber que hay gente que se interesa por las historias que imagino y disfruta (aunque sea un poco) jugando las aventuras que he/hemos desarrrollado es reconfortante y sumamente satisfactorio. No he ganado ni un sólo duro (quizás debería acostumbrarme ya a nuestra moneda única o quizás ya no valga la pena) ni creo que nunca lo gane con esto que para mí es un hobby, pero no me importa lo más mínimo. Disfruto haciendo lo que hago y eso es más que suficiente para mí. Con lo que sé, que es muchísimo menos que lo que ignoro, no puedo aspirar a más. Espero que para vosotros sea también suficiente.
