Tenía sobre diez años, o quizás un poco más, apenas puedo asegurarlo. Sin embargo, recuerdo aquel instante en concreto como si fuera ayer mismo. Allí estaba yo, con un diskette en mi mano y otros cuantos sujetos en lote con una goma encima de la mesa, delante del ordenador. ¿Monkey Island? ¡Qué extraño nombre para un videojuego! Ni siquiera recuerdo quién me lo prestó ni de dónde salió, pero alguien me dijo que debía probarlo. Y lo hice. En aquel momento, mi forma de entender los videojuegos cambió por completo. Y no sólo fue eso, si no que creo firmemente que la experiencia con este tipo de viodejuegos a unas edades tan tempranas tuvo su influencia en otros aspectos más personales. Después del Monkey Island vinieron otros y todos y cada uno de ellos dejaron su huella imborrable en mí. Y así fue como, poco a poco, fue creciendo en mí una idea, un sueño, una ilusión: crear una aventura gráfica. ¿Qué puedo decir a día de hoy? He cumplido mi sueño de hacer una aventura gráfica y no sólo ...